Alma Delia Murillo
26/01/2013 - 12:02 am
Fábula del ingles, el español y el alemán
Queridos lectores: Rebeca Flores, amiga queridísima, comadre y escritora, me respondió de un modo contundente: ella quiere que la quieran en alemán. Aquí está su historia. Fábula del ingles, el español y el alemán Mi comadre dijo la semana pasada que quiere que la quieran en español. Y yo, que la conozco y que sé […]
Queridos lectores:
Rebeca Flores, amiga queridísima, comadre y escritora, me respondió de un modo contundente: ella quiere que la quieran en alemán. Aquí está su historia.
Fábula del ingles, el español y el alemán
Mi comadre dijo la semana pasada que quiere que la quieran en español. Y yo, que la conozco y que sé por qué lo dice, me muerdo la lengua (y me amarro los dedos) para no contestarle que el español no fue el problema. Enredada una vez más en un dilema posmoderno, mi comadre amaba más al lenguaje que al individuo en cuestión. Y así, obviamente, no se puede.
Lo que digo, lo digo por experiencia. Más de una vez pasé por romances bilingües que aparentaban no perder intensidad al irse traduciendo al inglés. Pero, siempre por culpa de los integrantes del amorío, y no del idioma, se fueron derechito a la mierda, destino parelelo e igualmente visitado que la chingada, como bien dice mi comadre.
Después de dichos descalabros, juré bajo la brumosa luna chilanga que no volvería a liarme con quien no hablara español. No saldría con quien no pudiera bailar Quién Pompó, la Sopa de Caracol y la Maldita Primavera (así en ese orden), ni con quien no pudiera cantar a coro y con tequila en mano, todas las canciones de una noche de mariachis.
Unos cuantos años me duró el juramento y así un día, igual que mi comadre, me encontré en los brazos de un alemán. Eso sí, con la gran diferencia de que ninguno de los dos usó su lengua materna y nos empezamos a querer solamente en inglés. Muy al inicio y de mutuo acuerdo, mandamos al español y al alemán, cada uno a su rincón. ¿Qué necesidad de complicarnos la existencia siendo ambos perfectamente bilingües?
La tregua duró hasta el día en que los sentimientos fueron más que las palabras; hasta que el inglés, falto del sentido y la intención, me dejaba con las frases a medias. En medio mi frustración, tuve que recurrir al español. Sí, tuve que. ¡No hubo de otra! Y entre las varias frases que le enseñé y las largas horas de explicaciones semánticas, lo introduje al interminable mundo de los diminutivos (tan mexicanos) donde aprendió las versiones con «ito» e «ita», de muchos calificativos y sustantivos, antes que sus formas originales. Para mi sorpresa y regocijo, le encantaron. Y le gustaron tanto, que decretó que si ibamos a ser cursis y ridículos, lo haríamos exclusivamente en español. «Sería imposible lograr esto en inglés o en alemán. ¡Especialmente me rehuso a hacerlo en alemán!», me dijo con cara de fuchi.
Algo similar sucedió cuando se aprendió las groserías. «Los mexicanos tienen ‘feeling’ y mucha variedad para maldecir. ¡Me gusta, me gusta!», me decía emocionado. A la fecha, las domina perfectamente y muero siempre de risa con su buenísima pronunciación sin «r». Las usa indistintivamente en público o en privado esté hablando en inglés o en alemán. ¿No que no había sentido del humor en una relación bilingüe, comadre?
Su rechazo a su misma lengua me caía de maravilla. Así comodísima me la llevé durante un largo rato, incluso con las varias y extensas visitas a Alemania, donde todo se puede resolver en inglés, o en su excepción, donde él intercedía siempre por mí. Sólo cuando visitábamos a su familia, que siempre fueron los más encantadores conmigo, me entraba el remordimiento y a la vez las ganas de hablar alemán. Pero las ganas no me duraban mucho. No podía ni imaginar cómo podría empezar a aprender semejante idioma.
Entre viajes de allá para acá y de acá para allá, él empezó a tomar clases formales de español y eventualmente, cuando fue claro que nos estableceríamos en Alemania, yo tuve que (muy a regañadientes) tomar clases de alemán. El gobierno alemán me lo imponía para poder emigrar.
Todavía entonces de boca de mi suegro escuché frases de aliento como «el alemán es el lenguaje de los poetas» o de otro querido amigo «es una lengua maravillosa que está en constante transformación y crecimiento». Yo no les creía nada. Y en el escepticismo total, aprobé como pude el curso básico de alemán.
En fin, lo único que me queda decir es que sé que me arrepentiré toda la vida, de no haber sabido más alemán para cuando llegó el día de la boda. La ceremonia civil fue completamente oficiada en alemán y, por ley, me era requerido un traductor que se aseguraría de que yo entendiera todo lo que se dijera. Y así fue, los detalles legales y los téminos del contrato matrimonial me quedaron clarísimos. Pero, cuando al juez civil se le ocurrió leer un poema para la ocasión, que redujo a lágrimas a todos los alemanes presentes (el novio incluido), la traductora resultó patéticamente inútil. Tradujo como pudo, lo que pudo. Y yo me quedé con cara de «pus sí, pero no entiendí».
Ahora, después de seis meses de clases de alemán intensivo, es cuando apenas empiezo a vislumbrar por qué es lengua de poetas, por qué es un lenguaje vivo y por qué, lejos de entorpecer la relación con mi güero, no puede más que beneficiarme. Lejos está él de dominar el español, y más lo estoy yo de dominar el alemán. Pero, comadre, ¿sabes qué es lo mejor? ¡Que no importa! Lo único que esos idiomas han logrado es que nos conozcamos mejor. Que así como bien dices que «el lenguaje define, forma, enamora, alimenta, compone y jode la vida entera», en el caso de dos amantes, el conocimiento del lenguaje del otro les ayuda a definir, formar, enamorar, alimentar y componer la relación cuando sea necesario. (No incluiré «joder» a los verbos de esa lista, no por favor, ¡no gracias!)
Ya leeré un día (muy lejano) en puro alemán a Kafka o a Goethe (que ni los alemanes entienden) y él a García Márquez o o a Neruda. O no. ¿Y qué? Esta novela ultramarina no se queda en un sólo tomo en castellano; hay bastante papel para varios tomos multilingües.
Rebecca Flores Leinfelder
Twitter: @becxs
Blog: http://cronicasultramarinas.tumblr.com/
más leídas
más leídas
entrevistas
entrevistas
destacadas
destacadas
sofá
sofá